Ramillete espiritual:
El 29 de septiembre
Dios puso a nuestros padres en el paraíso para que trabajaran y embellecieran la tierra. Además, por la ley de la encarnación, no podemos desetendernos de este mundo. No hay otro trampolín, decía Niko Kazantzakis, para lanzarnos hacia el cielo, que el apoyarnos en la tierra.
Pero también es verdad, como dice San Pablo, que somos ciudadanos del cielo, que nuestro politeuma, nuestro derecho de ciudadanía, está en el cielo. La Carta a los Hebreos lo confirma al decir que no tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura. Esa joya de la antigüedad cristiana que es la Carta a Diogneto, insiste en la misma idea: "Los cristianos habitan sus propias patrias, pero como forasteros. Están en la carne, pero no viven según la carne".
Es la conocida ley del "ya, pero todavía no". Mientras tanto, se requiere una auténtica jerarquía de valores: "Sabiduría para sopesar los bienes de la tierra, amando intensamente los del cielo" (Liturgia de Adviento). "Valorar los bienes de este mundo según el criterio de la ley de Dios". (Oración colecta de San Francisco de Borja).
De todos modos, si nuestro futuro está en lo cielos, ¿por qué no anticiparlo lo más posible? ¿Por qué no vivir en la tierra, como si ya estuviéramos en el cielo? Si hemos de vivir para siempre en el cielo con nuestros hermanos, ¿por qué no entrenarnos ya ahora con verdadero amor?
¿Por qué, durante nuestra jornada terrena, no buscamos más espacios para conversar con Jesús y con la Virgen María? ¿Por qué no cultivamos una amistad más íntima con nuestros santos predilectos? ¿Por qué no tenemos más familiaridad con los ángeles? Y esto, no para desentendernos de nuestros compromisos temporales, sino para ser más responsables. Dice Moisés en la Carta a los Hebreos: "Como si viera al Invisible, permaneció firme en su propósito". Es decir, precisamente porque vivía con perspectiva sobrenatural tuvo fuerzas para atravesar el desierto.
Este es, creo, el sentido y mensaje que nos ofrece la celebración de los arcángeles Miguel, Gabriel, y Rafael: protección y estímulo.
Miguel significa "¿quién como Dios?" Fue su divisa de guerra contra Lucifer y los ángeles rebeldes cuando quisieron igualarse con el Creador. Miguel es el jefe de la milicia celestial, es el príncipe de la luz. Es el defensor de la justicia, por lo que se le representa con una balanza. Es el protector y defensor de la Iglesia. Es la fiesta más antigua en honor de los ángeles. Es patrono de radiólogos y de los policías.
Gabriel significa "fortaleza de Dios". Es el anunciador, el gran mensajero celestial. A Daniel le anunció la venida del Mesías. A Zacarías le anunció el nacimiento del precursor de Jesús, Juan el Bautista. Y seis meses después se presentó en Nazaret y trajo a María la noticia más grande y feliz de todos los siglos: el Amor eterno la había escogido para ser madre del Redentor. Es patrono de las comunicaciones y de los filatelistas. El Embajador San Gabriel es también patrono de los embajadores.
Rafael significa "medicina de Dios". Curó a Tobit y acompañó a su hijo Tobías en el viaje que emprendió enviado por su padre. Curó también a Sara, la mujer de Tobías. Es el acompañante fiel y portador de salud. Es patrono de los novios y de los esposos. Le tienen también por patrono los caminantes, los marineros, los ciegos, los enfermos de peste, los farmacéuticos y los médicos.