Ramillete espiritual:
El 11 de agosto
El 24 de mayo de 1802, se descubrió en la catacumba de Santa Priscila, en la Vía Salaria Nova, una urna mortuoria que fue abierta y examinada cuidadosamente. La urna estaba cerrada con tres sellos que, en conjunto, ofrecían la siguiente inscripción con letras rojas: LUMENA PAXTE CUM FI Además de la inscripción, se habían dibujado ciertos símbolos: dos anclas, tres flechas, una palma y una flor (o una antorcha). Una de las teorías acerca de la inscripción sostenía que el texto original era el siguiente: (Fi) lumena pax tecum fi fat) ("Filomena, que la paz sea contigo"). Según los defensores de esa teoría, la urna había sido sellada apresuradamente y el artesano había borrado involuntariamente con sus herramientas las dos primeras y las dos últimas letras.
Pero la teoría más común en la actualidad es que el artesano colocó los sellos en desorden, ya fuese por la prisa, o simplemente porque no sabía leer. Por consiguiente, el texto verdadero de la inscripción sería: Pax tecum. Filumena ("Que la paz sea contigo, Filomena").
En la urna se hallaron los huesos de una joven de trece o quince años; se conservaban enteros, excepto el cráneo, que estaba muy maltratado. Incrustado en la tierra había un frasco de cristal, con restos de algo que parecía sangre.
En el año 1805, el papa Pío VII confió el cuidado de las reliquias de Filomena al P. Francisco di Lucia, quien las trasladó a Mugnano del Cardinale en la diócesis de Nola y las depositó en uno de los altares de la iglesia parroquial. Inmediatamente empezó a hablarse de milagros y favores espirituales y temporales obtenidos por intercesión de Santa Filomena. Es bien conocida la devoción que el Cura de Ars profesaba a Santa Filomena, a quien llamaba "mi querida santita", "mi agente en el cielo", por cuya intercesión obtenía cuanto pedía. La obediencia de Filomena al Santo Cura era extraordinaria. A éste no le admiraba el hecho: " ¿Qué tiene ello de extraño, puesto que Dios Todopoderoso me obedece cada día en el altar?"
Y no fue el Cura de Ars el único santo francés del siglo XIX que profesaba especial devoción a Santa Filomena, ya que en el mismo caso se encontraban Santa Magdalena Sofía Barat, el Beato Pedro Julián Eymard, San Pedro Luis Chanel y la Venerable condesa de Bonnault d'Houet. Lo que sí parece cierto es que, si el Cura de Ars no hubiese alabado tanto a Filomena durante treinta años, ésta no habría alcanzado una popularidad tan grande.
Por otra parte, uno de los hechos que mayor influencia tuvieron en la difusión del culto de Filomena y movieron a la Santa Sede a entrar en acción, fue la curación milagrosa de la Venerable Paulina María Jaricot, fundadora de la Asociación de la Propagación de la Fe. En 1834, los médicos la habían desahuciado. Entonces Paulina decidió hacer el viaje de Lyon a Mugnano, recostada en una silla, para encomendarse a Santa Filomena en su santuario.
A su paso por Roma, se alojó en un convento, a donde fue a visitarla dos veces Gregorio XVI. El Pontífice estaba tan convencido de que Paulina moriría pronto, que le rogó que pidiese por él al llegar al cielo. Paulina llegó a Mugnano el 8 de agosto de 1835 en estado de agonía. Dos días después, al recibir la comunión en la iglesia de Santa Filomena el día de su fiesta, quedó instantáneamente curada.
A su vuelta a Lyon, se detuvo nuevamente en Roma "para que la viese el Pontífice", y Gregorio XVI le prometió examinar inmediatamente la causa de Filomena. El 30 de enero de 1837, firmó el Pontífice el decreto de aprobación del culto y autorizó al clero de la diócesis de Nola a celebrar, el 11 de agosto, en honor de la santa, la misa "Loquebar"; igualmente concedió el rezo del común de vírgenes y mártires, con una lección propia en maitines. La fiesta se extendió pronto a otras diócesis, entre las cuales se contaba la de Roma.
Butler, Vidas de los Santos