Ramillete espiritual:
El 12 de agosto
Santa Clara nació en Asís el 1194, trece años después que San Francisco. Era hija de la noble familia de los Offreduccio. Clara fue "un raro cisne que cruzó el pantano sin enlodarse, una hoja de acero templado bajo el aspecto de una exquisita dulzura". Se dejó conquistar por el Amor.
La virtud alegre es contagiosa, y Francisco la conquistó para Cristo. A los 18 años huye por la noche a la Porciúncula. Luego pasa a San Damián, donde vivirá hasta su muerte. Se le unen sus amigas, de sugestivos nombres: Pacífica, Benvenuta, Angelluccia, Inés (Cordera) "inocente como un corderillo y sencilla como un pichón de paloma". Su sobrina Amada va a participarle la fecha de su boda, y se queda con ella. Se le une su madre y su hermana. Y conquista a nobles y princesas, como la Beata Inés de Praga. "Blancas flores primaverales, que exhalaban una fragancia única".
Francisco y Clara se completaban en una bellísima armonía. Se amaron en libertad de corazón. Entre ellos existió la más bella unión moral que pueda imaginarse. Francisco era impresionable y a veces se abatía. Entonces Clara, por su serenidad y fortaleza femenina, era para Francisco como un refugio de seguridad. Francisco fue la inspiración para Clara y la lanzó a la aventura. Pero Clara tuvo a veces que confirmar a Francisco en su ideal. Discípula fidelísima y como madre invencible, le conforta. Francisco la ganaba en dulzura, Clara en firmeza. (¿Cómo entre Teresa y Juan de la Cruz?). "Clara de nombre, y más clara por su vida y sus obras" (Celano).
Se cuenta que un invierno se entrevistaron los dos en la Porciúncula, y los de Asís contemplaron un gran resplandor en el cielo. Al marchar -había nieve- Clara dijo: Padre ¿cuándo nos volveremos a ver? Cuando florezcan los rosales. - Clara se volvió: Mira, Padre, los rosales han florecido.
Clara deseaba volver a verle antes de morir. Cuando trasladaban el cadáver, lo acercaron a San Damián, a las rejas del coro. Clara le besó la mano y humedeció su pañuelo en la sangre de las llagas, como una reliquia.
Clara, como Francisco "trajo al mundo una nueva primavera" y se desposó con la Dama Pobreza. Consiguió con fortaleza "el privilegio de la santísima pobreza". Clara, modelo de cortesía, de alegría pascual, de fraternidad.
Era un alma de oración. Se miraba en el Espejo divino y así lo aconsejaba a sus hijas: "Les hablaba con palabras suaves como pétalos y ardientes como centellas". Dicen los Procesos: "Cuando volvía de la oración, su rostro parecía más claro que el sol y sus palabras rezumaban dulzura".
"Mi Señor -rezaba Clara- te declaro por único dueño de mis territorios. Extiende tus alas de mando sobre los horizontes de mis mundos. No habrá para mí otra voz ni otro rostro que el de mi Elegido. Entre Tú y yo no se interponga otra criatura sino la espada de la fidelidad".
Sentía gran amor a la Pasión del Señor, a la Eucaristía, a la Virgen. "Clara fue una huella de la Madre de Dios. Cristo renovó en Francisco su vida y su pasión. María renovó en Clara su humildad y pureza".
En la Pascua de 1253 cae enferma. La visita Inocencio IV, de paso por Asís. Escribe su Testamento: "Sed siempre enamoradas de Dios". Sus últimas palabras: "Gracias, Señor, por haberme creado". Era el 11 de agosto de 1253. Francisco la esperaría, como aquella noche en la Porciúncula, para ofrendarla al Amor.
Inocencio IV preside los funerales. Su sucesor Alejandro IV la canonizó.