Vida de los Santos
nuestros modelos y patrones

Ramillete espiritual:

El 18 de febrero

Santa Bernardita Soubirous
Santa Bernardita Soubirous

Santa Bernardita
Soubirous
Virgen
(1844-1879)

El 11 de febrero la fiesta de la Santísima Virgen de Lourdes, que tiene una celebración especial litúrgica, nos recuerda las apariciones de la Virgen a una niña de 14 años que no sabía leer ni escribir, pero que rezaba todos los días el Rosario, Bernardita Soubirous. Había nacido en Lourdes en 1844 de padres muy pobres. Por medio de ella la Virgen hizo surgir la prodigiosa fuente del milagro, a la cual acuden peregrinos de todo el mundo para reavivar su fe y su esperanza. Muchos regresan de Lourdes curados también en su cuerpo. La Virgen durante la segunda aparición, le dijo: «No te prometo hacerte feliz en este mundo, pero sí en el otro».

Bernardita no se contaminó con la gloria humana. El día que el obispo de Lourdes ante 50.000 peregrinos, colocó la estatua de la Virgen sobre la roca de Massabielle, Bernardita tuvo que permanecer en la pequeña pieza que le habían asignado las Hermanas, víctima de un ataque de asma. Y cuando el dolor físico se hacía más insoportable, suspiraba: «No, no busco alivio, sino sólo la fuerza y la paciencia». Su breve existencia transcurrió en la humilde aceptación del sufrimiento físico, como generosa respuesta a la invitación de la Inmaculada para pagar con la penitencia el rescate de tantas almas que viven prisioneras del mal.

Mientras junto a la gruta de las apariciones se estaba construyendo un grande santuario para acoger a los numerosos peregrinos y enfermos en busca de alivio, Bernardita pareció desaparecer en la sombra. Pasó seis años en el instituto de Lourdes, de las Hermanas de la Caridad de Nevers, y después fue admitida como novicia en el mismo instituto, en Nevers. Su entrada se demoró debido a su falta de salud. En la Profesión tomó en nombre de Sor María Bernarda.

Durante los quince años de vida conventual no conoció sino el privilegio del sufrimiento. Las mismas superioras la trataban con indiferencia, por un designio providencial que les impide a las almas elegidas la comprensión y a menudo hasta la benevolencia de las almas mediocres. Al principio fue enfermera dentro del convento, después sacristana, hasta cuando la enfermedad la obligó a permanecer en la cama, durante nueve años, siempre entre la vida y la muerte.

A quien la animaba le contestaba con la radiante sonrisa de los momentos de felicidad cuando estaba a la presencia de la blanca Señora de Lourdes: «María es tan bella que quienes la ven querrían morir para volver a verla». Bernardita, la humilde pastorcita que pudo contemplar con sus propios ojos a la Virgen Inmaculada, murió el 16 de abril de 1879. Pío XI la elevó al honor de los altares el 8 de diciembre de 1933.

Un Santo para cada día, Ediciones San Pablo.