Ramillete espiritual:
El 5 de febrero
- "¿De qué casta eres?", le pregunta Quinciano, el procónsul de Sicilia, a la joven Águeda.
- "Soy de condición libre y de muy noble linaje", contesta ella.
- "Si así es ¿por qué vives como los esclavos?".
- "Soy esclava de Cristo..." Y continuó el interrogatorio sin poder conseguir el tirano lo que pretendía que no era otra cosa que apóstatas más que mártires. Pero no sabía con quién se las estaba jugando.
Águeda, que en griego significa "la buena", y entre las perlas más codiciadas se busca el ágata... nació en Catania y es la Santa que desde siempre ha sido venerada como la principal Patrona de esta gran ciudad. Una mujer sencilla, joven, pero prototipo de valentía y entereza a toda prueba.
Ha sido, sin temor a exagerar, una de las santas más cantadas de la antigüedad por poetas, literatos y llevada a la pintura y escultura. En la misma liturgía romana tuvo el honor de ser venerada desde la más remota antigüedad como lo demuestra que fuera incluida en el antiguo Canon Romano.
Al papa y poeta San Dámaso se atribuye este precioso himno dedicado a esta ilustre mártir siciliana: "Hoy brilla el día de Águeda, la insigne virgen; Cristo la une consigo y la corona con doble diadema. De ilustre prosapia, hermosa y bella, todavía más ilustre por las obras y la fe, reconoce la vanidad de la prosperidad terrena, y sujeta su corazón a los divinos preceptos. Bastante más fuerte que sus crueles verdugos; expuso sus miembros a los azotes. La fortaleza de su corazón la demuestra claramente su pecho torturado. A la cárcel que se ha convertido en delicioso paraíso, baja el Pastor Pedro para confortar a su ovejilla. Cobrando nuevo aliento y encendida en nuevo celo, alegre, corre a los azotes. La muchedumbre pagana que huye amedrentada ante el fuego del Etna, recibe los consuelos de Águeda. A cuantos recurren fieles a su protección, Águeda les extingue los ardores de la concupiscencia. Ahora que ella, como esposa, resplandece en el cielo, interceda ante el Señor por nosotros, miserables. Y quiera, sí, mientras nosotros celebramos su fiesta, sernos propicia a cuantos cantamos sus glorias".
En esta hermosa composición del gran papa español se encierra la vida de nuestra célebre mártir.
El tirano Quinciano no encuentra otra camino para hacerle desistir de su propósito que el de entregarla a una diabólica mujer, Afrodisia, para que con artes mágicas la haga desistir de su fe y reconozca a los dioses del Imperio. Pasados algunos días vuelve ante ella el mismo procónsul y le pregunta:
- "¿Qué decides? ¿Estás convencida de que lo que tú adoras es una aberración?"
- "Oh, no, Quinciano, cada día que pasa me doy más cuenta de que estoy en la única verdad y que Jesucristo es el único que nos puede dar la vida eterna. Él es el único que nos puede hacer salvos".
El tirano da órdenes más severas: Que sea tratada como los demás. Que la pasen por todos los tormentos, uno a uno, por los que los demás han pasado para que muera, hasta que no quede en ella la más mínima fuerza... La azotan bárbaramente. Con terribles grillos y garfios horripilantes descarnan su cuerpo virginal. Colocan planchas incandescentes sobre todo su cuerpo, y llegan hasta cortarle sus pechos... Águeda anima a los mismos torturadores ya que ven que nada pueden hacerle por desistir de su fe en Jesucristo... Recibió la visita milagrosa de San Pedro... Oró ella puesta de rodillas pidiendo perdón por sus torturadores y por su ciudad de Catania: "Gracias te sean dadas, Señor, por el valor que me has dado... Mándame ir a Ti, para que pueda cantar para siempre contigo en la gloria..." Y expiró blanca y pura como había vivido.