Vida de los Santos
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Ramillete espiritual:

El 5 de octubre

San Mauro salva a San Plácido de morir ahogado
San Mauro salva a San Plácido
de morir ahogado

San Plácido
Monje y mártir, (518-542)
y Compañeros
Mártires († 542)

El Martirologio Romano recuerda a Plácido el 5 de octubre, y a Mauro el 15 de enero. Hasta hace pocos años la Orden benedictina celebraba la fiesta de estos dos santos en fechas separadas; ahora se los ha unido en una sola fecha. En verdad es imposible separar a las dos primeros discípulos de San Benito, porque todo lo que sabemos de los dos se encuentra en dos pasajes de la Vida de San Benito, escrita por San Gregorio Magno.

En el primero se narra la entrega de ellos a San Benito por parte de sus padres: Esquicio ofrece a Mauro, y Plácido es ofrecido por el patricio Tertulo. El segundo hizo célebre a San Mauro en la historia de la ascética cristiana por su obediencia incondicional, premiada con un milagro.

Mientras San Benito oraba, vio como en visión que el niño Plácido, al ir a sacar agua del lago, se había caído y estaba por ahogarse. El santo Abad llamó a Mauro y le dijo: "Hermano mío Mauro, corre al lago porque aquel muchachito que fue por agua se ha caído y se está ahogando". Inmediatamente fue corriendo al lago y llegó hasta donde estaba Plácido; lo agarró por los cabellos y lo sacó a la orilla. Sólo entonces se dio cuenta que había caminado sobre las aguas, como le sucedió a Pedro en el lago de Tiberíades.

Maravillado, le contó a San Benito lo que había pasado. Este atribuyó humildemente el prodigio a los méritos de Mauro, pero el discípulo estaba convencido de lo contrario, o sea, que el mérito era de San Benito. Efectivamente, Plácido lo confirmó cuando le dijo que él había tenido la impresión de haberse agarrado de la capa del Abad: "...y me parecía que él me sacaba del agua".

Lo que sabemos de los dos santos discípulos de San Benito, a más de lo que narra San Gregorio, se debe a una biografía apócrifa, escrita a mediados del siglo IX. Mauro fue enviado a Francia por su maestro, y en Glanfeuil en Anjou fundó el primer monasterio benedictino que, gracias al apoyo del rey, se desarrollo rápidamente.

El biógrafo le atribuye varios milagros, como el de la resurrección de un joven que declaró que así se había librado de las penas del infierno. Mauro murió en el monasterio francés a la edad de 72 años, después que una peste había llevado a la tumba a muchos de sus monjes.

San Plácido, era este santo mancebo compañero más predilecto del santo abad, tanto que cuando san Benito hizo brotar de su peñasco una copiosa fuente para abastecer de agua al monasterio, quiso que Plácido fuese testigo de aquel prodigio; y cuando fue a echar por tierra los ídolos que se adoraban en el Monte Casino, y a fundar en él la casa que había de ser como la cabeza de su orden, también llevó a Plácido por su compañero.

Habiendo Tértulo su padre hecho donación a san Benito de muchas y grandes posesiones que tenía en Silicia, mandó el santo patriarca allá a su amando discípulo Plácido para que fundase un monasterio, dándole por compañero a Donato y Gordiano, dos santos monjes de la casa de Monte Casino. Fabricó Plácido el nuevo monasterio no lejos del puerto de Mesina, cuya iglesia dedicó a san Juan Bautista.

Treinta caballeros jóvenes, maravillados de sus virtudes y prodigios, abrazaron la vida monástica, y en breve tiempo fue aquella religiosa colonia vivo retrato de Monte Casino. Dos hermanos suyos, Eutiquio y Victorino, con su hermana Flavia fueron a visitarle, y cuando estaban resueltos a renunciar a todos los bienes de la tierra para ganar los del cielo, el Señor les abrevió el camino para conseguir la eterna felicidad, porque habiendo el famoso pirata Manuca hecho un desembarco en Sicilia, y entrado en el monasterio, prendió a Plácido con todos sus monjes, y también a Eutiquio, Victorino y Flavia, mandándoles adorar sus falsos dioses; mas como en lugar de esto confesasen con grande fervor a Jesucristo, todas aquellas inocentes víctimas, en número de treinta y tres, fueron sacrificadas. Pero el Señor castigó a aquellos bárbaros, porque haciéndose a la vela y estando todavía delante del puerto de Mesina se levantó una brava tormenta en que todos perecieron.

Resumen O.D.M., Un santo para cada día, Ediciones, San Pablo; Flos Sanctorum de la Familia Cristiana