Vida de los Santos
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Ramillete espiritual:

El 27 de abril

Nuestra Señora de Montserrat
San Pedro Canisio

San Pedro Canisio
Presbítero y Doctor de la Iglesia
(1521-1597)

Es una verdad muy grande «que el Santo no nace, se hace». Pedro Canisio no sentía esas inclinaciones hacia la bondad ni hacía esas otras maravillas de las que suelen abundar las biografías de Santos antiguos que parece gozaron desde su cuna de gracias extraordinarias. No, Pedro Canisio será un chico normal. Dicen sus biógrafos que estaba dotado de una naturaleza un tanto rarilla. Era, dicen: irritable, pendenciero, quisquilloso, vanidosillo, engreído y bastante terco... Aun cuando será mayor, de cuando en cuando, aparecerá su genio fuerte y altanero. Por otra parte, también tenía cualidades buenas que le inclinaban hacia la bondad, el perdón y una acendrada piedad. Todo cabía en aquel gran corazón de Pedro Kanis.

Era el 8 de mayo de 1521, en el mismo año que Lutero rompe con Roma, cuando nace Pedro en la bella ciudad de Nimega, Holanda. Su padre desempeñaba el cargo más importante de la ciudad: era burgomaestre de la misma. Tanto el padre como la madre, que eran muy buenos cristianos, trataron de dar a Pedro una digna educación. Su madre, Egidía se llamaba, cuenta el mismo San Pedro en su precioso libro Confesiones que, antes de morir, reunió a sus hijos y les dijo como testamento espiritual: «Hijos míos, haced que después de mi muerte siempre améis mucho y seáis fieles a la Iglesia Católica. Sed muy fieles hijos del Papa de Roma.»

Por el año 1542, cuando tenía 22 años, mientras estudiaba en la ciudad de Maguncia, se encontró con el célebre jesuita Pedro Fabro y pronto vieron que eran almas gemelas y trabaron una gran amistad. Fabro le invitó a que tomara parte en unos Ejercicios Espirituales que se iban a celebrar. Canisio salió de ellos totalmente transformado hasta el punto que le dijo: «Amigo Fabro, veo que el Señor me llama a que ingrese en la Compañía. Quiero ser santo y para ello el Señor me ha señalado este camino». Ingresa en la Compañía y empieza una nueva etapa para él: Se entrega de lleno a su formación espiritual y científica. Progresa rápido en ambos caminos. Admiran sus cualidades. Él dice lleno de gratitud: ¿"Qué hubiera sido de mí, pobre pecador, a no ser que la Divina Providencia me enviara todos estos hombres providenciales que me ayudaron a caminar por el bien y a evitar los peligros que me rodeaban?".

Se graduó en filosofía y en teología y fue profesor muy aventajado de Sagrada Escritura. Se ordenó sacerdote el año 1646.

San Ignacio de Loyola sentía una predilección especial por Pedro Canisio, por ser el primer sacerdote jesuita germánico. Los males de la herejía extendida por Lutero, se propagan cada vez más. Hay que poner remedio a tanto mal. Por ello Ignacio envía a Pedro Canisio a su patria, para que allí predique la palabra de Dios, ayude a sus hermanos en la fe y defienda a la Iglesia católica contra aquellos furibundos ataques.

Canisio predica, escribe, funda conventos, no descansa ni de noche ni de día. Tiene conversaciones públicas con los detractores de la fe católica y los deja avergonzados con sus argumentos y con su arrebatadora elocuencia. Para burlarse de él hacen chistes con su nombre de familia: Canis, perro. Pero a él no le importa. Se da cuenta sobre todo que hay que trabajar con la juventud, que son los hombres del mañana. Funda Colegios y los mima. Es elegido superior provincial y trabaja por extender la Compañía. Él es un gran maestro de Catequistas. Escribe el famoso Catecismo que aún hoy es de un valor insustituible. Es Nuncio del Papa. Es un hombre práctico. Este es el título que se merece: el Doctor Práctico. El 21 de diciembre de 1597 muere en Friburgo.