Ramillete espiritual:
El 19 de agosto
La familia Eudes amenazaba extinguirse. Sólo quedaba un hijo, Isaac, que estaba cursando la carrera eclesiástica y ya era subdiácono. Para que continuase el apellido abandona la carrera sacerdotal y contrae matrimonio con la joven María Corbin. En la familia Eudes-Corbin se vive la fe. El padre y la madre rezan el Oficio Divino cada día. El Señor les bendice con siete hijos. El mayor de ellos será el protagonista de esta historia.
A los catorce años ingresó en el colegio que los padres Jesuitas regentan en Caen. Allí recibió una esmerada educación literaria y cristiana que vino como a completar la que ya recibiera en su mismo hogar. Siempre Juan estará agradecido aquellos buenos jesuitas que le encaminaron por el buen obrar.
Se sintió atraído hacia la vida sacerdotal y así lo comunicó a sus padres. Estos recibieron la noticia con gran alegría. El año 1620 recibía la tonsura clerical. Las demás órdenes sagradas irán llegando a su debido tiempo. El 1622 se funda en Caen el Oratorio de Berulle. Pronto Juan descubrió las maravillas de aquellos sacerdotes que "no respiraban más que cosas santas, dejando las profanas a los profanos y llevaban profundamente grabado en sí mismos la autoridad de Dios, la santidad de Dios y la luz de Dios". Por otra parte el clero de sus días presentaba un estado lamentable. Ser clérigo era sinónimo de ser "ignorante y libertino".
Con gran alegría recordará siempre el día y momento en que fue recibido a formar parte de este Oratorio del famoso Cardenal Berulle. En la noche de Navidad de 1625 recuerda siempre que ante el altar de la Virgen María del Oratorio de París celebraba su Primera Misa y aquel mismo día hizo el voto de perpetua servidumbre a Jesús y a María. Este voto echará hondas raíces en su alma y a lo largo de toda su vida, -ochenta años-, lo tendrá siempre presente y será como el hilo conductor de todo su obrar. La Divina Providencia guió siempre sus pasos y quiso en aquellos años de gran esplendor para Francia que este hombre, sin pretensión alguna por su parte, influyera en la marcha de aquella gran nación mucho más que otros grandes y poderosos.
La vida que le esperaba a este novel sacerdote no va a ser fácil. Le espera un martirio continuado. Pero como la gracia de Dios no le va a fallar y su colaboración a ella tampoco, la obra saldrá perfecta como propia de Dios. El año 1636 hizo este voto al Señor: "Me ofrezco y me entrego, me consagro y dedico a Vos, oh Jesús mi Señor, como hostia y víctima para sufrir en mi cuerpo y en mi alma, según vuestro agrado y mediante vuestra santa gracia, toda clase de penas y tormentos, incluso el derramamiento de mi sangre y sacrificio de mi vida con cualquier género de muerte. Y esto sólo para vuestra gloria y por vuestro puro amor".
Al Padre Eudes lo que más le preocupa es formar dignamente al clero. Aquí está -dice- el porvenir de la Iglesia tanto en Francia como en todo el mundo. Abandona el Oratorio muy a pesar suyo y se entrega a la formación del clero. Escribe unas Constituciones, forma un grupo de clérigos que le siguen a todas partes y a pesar de las enormes dificultades que encuentra por todos lados, da vida a su obra. Su apostolado primordial es extender por todas partes la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Para ello funda el Instituto de Jesús y María (Eudistas se llaman ahora popularmente) y empieza a extenderse por todas partes. Viene la aprobación de Roma. Le vienen muchas dificultades, calumnias, persecuciones. Él nunca se olvida de su voto martirial que hizo el 1636. Ahora llega la hora de la verdad. Interviene el Rey, el Papa... Todo por fin queda arreglado y en las manos de Dios. Puede morir tranquilo. Esto sucede el 19 de agosto de 1680. Su palma de martirio incruento era un hecho.