Ramillete espiritual:
El 28 de marzo
San Juan de Capistrano tenía setenta años en 1456, cuando se encontró a las puertas de Belgrado, amenazada por el ejército turco, animando a las tropas cristianas armado sólo con una cruz de madera y una voz robusta: «Avanzando o retrocediendo, atacando o siendo atacados - gritaba invoquen el nombre de Jesús. ¡En él está la salvación!». Era el 21 de julio A los tres meses, el 23 de octubre, fray Juan de Capistrano moría en Ilok (Villaco, en Austria).
Había nacido en Capistrano, en la región de los Abruzos, en 1386, y era hijo de un barón alemán y de madre abrucesa. Era un hermoso joven, de cabellos rubios, «que parecían hilos de oro -recuerda él-, y yo los llevaba largos, según la costumbre de mi pueblo, así que me flotaban al viento». Por su origen y aspecto nórdico lo llamaban Juanalemán. En Perusa estudió derecho civil y eclesiástico y se graduó como excelente jurista. Inmediatamente lo nombraron juez y gobernador de la ciudad. Cuando Perusa fue atacada y ocupada por los Malatesta, Juan perdió su alto cargo y su libertad.
En la cárcel pudo meditar sobre la vanidad de los honores mundanos y, cuando salió de la prisión, ya transformado interiormente, obtuvo la anulación del matrimonio y fue a tocar al convento de los franciscanos de Asís. Vistió el hábito de los observantes, es decir, de los seguidores de San Francisco, que habían acogido la reforma de San Bernardino, de quien Juan de Capistrano había sido amigo y discípulo. Así comenzó entonces para el dinámico fraile esa múltiple actividad apostólica que durante cuarenta años lo vio comprometido en varios puntos de Europa, como infatigable organizador de obras de caridad, mensajero de paz, consejero, misionero entre los Husitas, en Baviera, en Turingia, en Sajonia, en Silesia y en Polonia.
Los Papas, que lo tuvieron como consejero, le confiaron misiones diplomáticas en los varios Estados italianos, desde Milán hasta Sicilia. El rey Fernando III lo quiso en Austria, y su Orden lo envió como visitador a Tierrasanta y a los Países Bajos. En Hungría y en los Balcanes fue organizador de la cruzada contra los turcos. Con tenacidad muy teutónica y con el carácter propio de las gentes mediterráneas realizó iniciativas que para otros eran imposibles. Pero las victorias más significativas las obtuvo en las trincheras de la ortodoxia, en defensa de la verdad contra la herejía, del genuino espíritu franciscano y en defensa de la paz civil y religiosa en los puntos más neurálgicos de Europa en los que se encontraba con sorprendente rapidez, a pesar de no disponer para sus viajes sino de una mula. Murió sobre el surco el 23 de octubre de 1456 y fue canonizado en 1690.