Ramillete espiritual:
El 1 de abril
Hay por lo menos 16 santos o beatos que llevan el nombre de Hugo. Los dos más importantes vivieron a poca distancia de tiempo y de lugar y su vida presenta también otros aspectos comunes. Se trata de San Hugo abad de Cluny, que vivió del 1024 al 1109, y San Hugo obispo de Grenoble, que vivió del 1053 al 1132. Ambos abrazaron muy pronto, aunque entre uno que otro contraste, la vida religiosa y el sacerdocio y se les confiaron graves responsabilidades: Hugo de Cluny fue ordenado sacerdote a los 20 años, y poco después fue nombrado prior mayor, y a los 25 años sucedió al abad Odilón. Fue abad durante 60 años. Hugo de Grenoble, después de haber estudiado en Valencia y en Reims, en donde estuvo a la escuela de Incmaro y San Bruno, a los 27 años de edad fue nombrado por Gregorio VII obispo de Grenoble, y desempeñó ese cargo durante 52 años a pesar de sus protestas y sus reiteradas tentativas de retirarse.
Ambos fueron eficaces colaboradores de los Papas, sobre todo de Gregorio VII, Urbano II, Pascual II e Inocencio II, a quienes apoyaron en la lucha por la reforma y contra la simonía y la corrupción del clero. Ambos fueron de los primeros en dar testimonio personal de renovación y de compromiso interior. Ambos fueron propulsores de la vida monástica: Hugo de Cluny fue tino de los principales artífices de la expansión de la reforma cluniacense en los monasterios de media Europa. Y en los monasterios cluniacenses se hacían las cosas en serio, como lo atestiguó el riguroso San Pedro Damián, que visitó a Cluny en 1063: «¿Qué debemos decir de la severidad de la ascética, de la disciplina de la Regla, del respeto por el monasterio y el silencio? Durante el tiempo del estudio, del trabajo o de la «lectio divina» nadie se atreve a ir por los corredores o a hablar, sino en caso de necesidad... El servicio de Dios llena totalmente la jornada hasta el punto de que, a más de los trabajos necesarios por los hermanos, queda sólo una media hora para una simple conversación y los coloquios necesarios. Hablan muy rara vez. Durante el silencio de la noche y, en los lugares regulares (cocina, sacristía, dormitorio, comedor y claustro), aun de día sólo se habla a señas, que son escogidas con tanta severidad que no dan lugar a la ligereza».
Por su parte, San Hugo de Grenoble fue uno de los artífices de la fundación de la Gran Cartuja: fue él, en efecto, quien recibió a su exmaestro San Bruno y puso a su disposición la montaña de Cartuja, cerca de Grenoble, sobre la que él, golpeando la roca con el bastón, como un nuevo Moisés, hizo brotar una fuente de agua.