Ramillete espiritual:
El 16 de octubre
Pío IX calificó a san Gerardo de "perfecto modelo de los hermanos legos", y León XIII dijo que había sido "uno de los jóvenes más angelicales que Dios haya dado a los hombres por modelo". En sus veintinueve años de vida, el santo llegó a ser el más famoso taumaturgo del siglo XVIII.
Nació en Muro, a setenta kilómetros de Nápoles. Su padre era sastre. Su madre, después de la muerte de Gerardo, dio este testimonio: "Mi hijo sólo era feliz cuando se hallaba arrodillado en la iglesia, ante el Santísimo Sacramento. Con frecuencia entraba a orar y olvidaba hasta la hora de comer. En casa oraba todo el tiempo.
Verdaderamente, había nacido para el cielo." Cuando Gerardo tenía diez años, su confesor le dio permiso de comulgar cada tercer día; como era una época en la que la influencia del jansenismo todavía se dejaba sentir, ello demuestra que el confesor de Gerardo le consideraba como un niño excepcionalmente dotado para la piedad.
A la muerte de su padre, Gerardo debió abandonar la escuela y entró a trabajar como aprendiz de sastre en el taller de Martín Pannuto, hombre muy bueno, que le comprendía y le apreciaba. En cambio, uno de los empleados era un hombre muy brusco que solía maltratar a Gerardo. Una vez aprendido su oficio a la perfección, Gerardo pidió ser admitido en el convento de los capuchinos de Muro, donde su tío era fraile; pero fue rechazado a causa de su juventud y de su condición delicada.
Gerardo volvió a Muro y abrió una sastrería por su cuenta. Vivía con su madre y sus tres hermanas. Solía dar a su madre una tercera parte de lo que ganaba; el otro tercio lo repartía entre los pobres y el resto lo empleaba en pagar misas por las almas del purgatorio. Pasaba muchas horas de la noche orando en la catedral y se disciplinaba severamente.
Cuando tenía veintitrés años, los padres de la congregación del Santísimo Redentor recientemente fundada, predicaron una misión en Muro. El joven les rogó que le admitiesen como hermano lego, pero su aspecto enfermizo no le ayudaba, y su madre y sus hermanas no tenían ningún deseo de verle partir. Sin embargo, Gerardo insistió y, finalmente, el P. Cafaro le envió a la casa de Deliceto, donde él era superior, con un mensaje que decía: "Os envío a este hermanito inútil." Pero, cuando el P. Cafaro volvió a su casa, cayó inmediatamente en la cuenta de su error y le concedió el hábito.
Los hermanos de Gerardo, al verle trabajar con gran ardor, puntualidad y humildad en la sacristía y en el huerto, solían decir: "O es un loco o es un santo." El fundador de la congregación, San Alfonso de Ligorio, comprendió que era un santo y le acortó el período de noviciado. El hermano Gerardo hizo la profesión en 1752. A los votos acostumbrados añadió el de hacer siempre lo que fuese, a su juicio, más agradable a Dios. El P. Tannoia, autor de las biografías de San Alfonso y de San Gerardo, que había sido curado por la intercesión de este último cuenta que un día, cuando el santo era novicio, le vio orando ante el tabernáculo; súbitamente Gerardo gritó: "Señor, déjame que me vaya, te ruego, pues tengo mucho que hacer." Sin duda es ésta una de las anécdotas más conmovedoras de toda la hagiología.
Durante los tres años que vivió después de hacer la profesión, el santo trabajó como sastre y enfermero de la comunidad; solía también pedir limosna de puerta en puerta, y los padres gustaban de llevarle consigo a sus misiones y retiros, porque poseía el don de leer en las almas.
Los fenómenos sobrenaturales abundaban en la vida del hermanito. Se cuenta que en una ocasión fue arrebatado en el aire y recorrió así más de medio kilómetro; se menciona también el fenómeno de "bilocación" y se dice que poseía los dones de profecía, de ciencia infusa y de dominio sobre los animales. La única voz que conseguía arrancarle de sus éxtasis era la de la obediencia.
Sin embargo, San Gerardo no fue canonizado por sus milagros, ya que éstos eran simplemente un efecto de su santidad, y Dios podía haber dispuesto que el santo no hiciese milagro alguno sin que ello modificase en un ápice la bondad, caridad y devoción que alabaron en el joven Pío IX y León XIII.
Unas de las pruebas más terribles que sufrió san Gerardo fue cuando una joven de vida licenciosa, llamada Neria Caggiano, a quien el santo había ayudado, le acusó de haberla solicitado. San Alfonso mandó llamar inmediatamente al hermano a Nocera. Pensando que su voto de perfección le obligaba a no defenderse, Gerardo guardó silencio. San Alfonso le prohibió durante algunas semanas recibir la comunión y hablar con los extraños. San Gerardo respondió tranquilamente: "Dios, que está en el cielo, no dejará de defenderme." Al cabo de unas cuantas semanas, Neria y su cómplice confesaron que habían calumniado al hermanito.
San Alfonso preguntó a su súbdito por qué no se había defendido y éste replicó: "Padre, ¿acaso no tenemos una regla que nos prohíbe disculparnos?"
Poco después, el santo acompañó al P. Margotta a Nápoles, donde el pueblo asedió, día y noche, la casa de los redentoristas para ver al famoso taumaturgo. Finalmente, al cabo de cuatro meses, los superiores se vieron obligados a enviar al hermano Gerardo a la casa de Caposele, donde fue nombrado portero.
Durante el crudo invierno de aquel año, doscientas personas, entre hombres, mujeres y niños, acudieron diariamente a la casa de los redentoristas, y el santo portero les proveyó de comida, ropa y combustible, sin que nadie supiese de dónde los sacaba.
Cuando volvió a Caposele, los superiores le encargaron de la supervisión de los edificios que se estaban construyendo. San Gerardo pasó el verano pidiendo limosna para la construcción. Pero el calor del sur de Italia acabó con su salud y, en los meses de julio y agosto, el santo se debilitó rápidamente.
Llegó a Caposele casi a rastras. En septiembre, pudo abandonar el lecho unos cuantos días, pero volvió a caer. Sus últimas semanas fueron una mezcla de sufrimientos físicos y éxtasis, cuando sus dones de profecía y ciencia infusa alcanzaron un grado extraordinario.
Murió en la fecha y hora que había predicho, poco antes de la media noche del 15 de octubre de 1755. Fue canonizado en 1904.
Butler, Vidas de los Santos (resumen ODM)