Ramillete espiritual:
El 7 de mayo
Hay hombres que representan a una nación porque han sabido asimilar su espíritu y lo han encarnado en su vida de cada día. Si de alguien se pudiera afirmar esto no hay duda de que de San Estanislao habría que decir que supo conocer, y, sobre todo, vivir, el temperamento y las virtudes que encarnaba su pueblo, Polonia, y que, por vivirlas y transmitirlas a los suyos, murió mártir.
Llevaban casados sus padres Wileslaw y Bogna nada menos que treinta años sin tener hijos cuando les llegó esta maravilla de criatura. Se puede imaginar la alegría que trajo Estanislao sobre aquel hogar que ya había perdido las esperanzas de sucesión. Nació en Szczepanow, cerca de Cracovia el 26 de julio de 1030. Sus padres que gozaban de muy buena reputación por su honradez y vida cristiana le educaron en las virtudes cristianas y humanas. En ellas se le veía progresar a Estanislao de día en día. Terminados sus estudios en su pueblo, fue enviado a ampliarlos a Cracovia y a París donde consiguió graduarse.
Así lo pinta uno de los mejores historiadores polacos: "Era de carácter dulce y humilde, pacífico y púdico; era muy cuidadoso de reprimir sus propias faltas antes de hacerlo con sus prójimos; era un alma que jamás mostró soberbia ni se dejó llevar por la ira; muy atento, de naturaleza afable y humano, de gran ingenio y sabiduría y dispuesto siempre a ayudar a quien necesitaba ayuda alguna. Odiaba la adulación e hipocresía, mostrándose siempre sencillo y de corazón abierto".
Su inclinación hacia la piedad le llevó a abrazar el sacerdocio, porque estaba convencido de que era en él donde mejor podía servir al Señor. Pronto fue el sucesor del mismo Obispo de Cracovia, Lamberto, que fue quien le ordenó sacerdote unos años antes. El 2 de julio de 1071 era elevado a la sede de Cracovia y, aunque solamente la gobernó por espacio de ocho años, dejó huellas indelebles en ella y en toda la nación polaca, como ningún otro prelado antes ni después de él había hecho. Supo identificarse con los valores espirituales de Polonia y por ellos no dudó hasta derramar su sangre.
Pronto se dio cuenta el santo y valiente prelado que el rey Boleslao, que gobernaba la nación, era un hombre valiente y listo, pero que estas mismas cualidades se le habían subido a la cabeza y creía que era el dueño absoluto de los bienes y de las personas de toda la nación y podía hacer a su antojo cuanto se le apetecía. Pero le salió al paso el valiente Estanislao, y, con entereza evangélica, se opuso tenazmente a sus injustas pretensiones.
No fue empresa fácil la que le tocó al santo obispo. El rey era colérico y soberbio. Se creía el dueño y señor de todo. Cometía injusticias de todo tipo contra los pobres polacos. La inmoralidad era algo connatural con su persona. ¿Cómo atacarle? ¿Quién era él para oponerse a los deseos y obras del monarca? Estanislao se dio cuenta que era el Obispo de la capital, que era un dignatario de la corona, que sus hijos, los más humildes, eran perseguidos y humillados, que la doctrina de Jesucristo no podía tolerar tan inicuo vasallaje... Y por ello con el gran don de fortaleza que llenaba su espíritu, con gran tacto, con bondad y a la vez con fortaleza actuó. Se presentó ante el rey y le rogó que cambiase de postura, que no abusara de su poder... El rey montó en cólera. No quiso escucharle, lo tuvo como enemigo... y juró acabar con él... ¿Cómo? Estaba celebrando la Eucaristía el Obispo en la iglesia "Na Skalce" y el mismo rey entró brutalmente a la Iglesia, acompañado de su cuadrilla, y le asesinó personalmente el 1079.
El Señor vino a confirmar cuán grato le había sido la vida y el martirio de su fiel servidor, ya que sus reliquias obraron muchos milagros como ya los había obrado mientras vivía. El 1253 era elevado al honor de los altares.