Ramillete espiritual:
El 1 de diciembre
Los joyeros, los fabricantes o vendedores de cuchillos, los orfebres, los forjadores, los silleros, los negociantes de caballos, los cocheros, los mecánicos y los metalúrgicos veneran a San Eligio como su celestial patrono, porque durante su vida terrena él ejerció estas varias profesiones, a más de la de obispo. Eligio nació en Chaptelat hacia el 588 de familia galoromana. Según la tradición, como joyero y orfebre demostró rara honestidad. Clotario II le habría encargado un trono todo de oro (a veces la ambición mira más a las apariencias que a la funcionalidad) y Eligio, que en Lyon había trabajado como aprendiz con el intendente principal en la acuñación de las monedas reales, puso tanto empeño y tanta honestidad que con el precioso metal que le entregó la tesorería real en vez de hacer un trono hizo dos.
Esto hizo que fuera promovido a director de la casa de la moneda de Marsella: lo testimonian algunos trozos que llevan su firma. No era un director en el sentido moderno de la palabra, es decir, de los que dirigen los trabajos desde un lujoso escritorio, con secretaria y teléfono: Eligio seguía trabajando en su fragua, manejando martillo y tenazas. Así, efectivamente, lo colocan muchos pintores y, según la leyenda, aquí el castísimo forjador rechazó a su modo una tentación diabólica, agarrando con las tenazas la nariz de una graciosa muchacha, desvergonzadamente provocadora, bajo cuyas apariencias él adivinó la presencia del maligno.
En el período en el cual Eligio fue director de la casa de la moneda, siguió trabajando con mucho celo en obras importantísimas como la tumba de San Martín de Tours, el mausoleo de San Dionisio de París, el cáliz de Chelles, aunque los historiadores no estén de acuerdo en atribuirle la paternidad de estos trabajos. Lo que seguramente sí se le atribuye a su mérito son las numerosas obras de caridad que hizo en este período, como el rescate de muchos prisioneros, a los que les restituía la libertad, y la construcción de una abadía en el 632 en Solignac, que confió a la dirección de San Remaclo. Después, en el 633, fundó un monasterio femenino en París.
En el 639, muerto el rey, renunció a su cargo y siguió la carrera eclesiástica. A los dos años fue consagrado obispo y encargado del gobierno de la diócesis de Noyon-Tournai, que dirigió durante 21 años, dedicándose a múltiples actividades apostólicas: fundación de monasterios, viajes misioneros en Flandes y entre los Frisones. Murió durante uno de estos viajes de predicación, en Holanda el primero de Diciembre del año 660.