Ramillete espiritual:
El 13 de noviembre
Es uno de los santos más populares en España y en América Latina. Se lo representa con hábito de un humilde lego franciscano, con sayo, cordón y llaves para indicar sus oficios de portero y de cocinero del convento. El humilde y obediente fray Diego, cuando se trataba de hacer el bien a la pobre gente, no dudaba en privarse de su mismo pan para dárselo a escondidas a algún pordiosero. Y Dios demostró que eso le agradaba, haciéndole encontrar la canastica de pan llena de flores. Este prodigio frecuentemente se lo recuerda en las imágenes populares, frecuentes en las iglesias franciscanas de España, como también en los dos ciclos pictóricos de los famosos Murillo y Aníbal Carracci.
Fray Diego había nacido de humilde familia hacia el año 1400, en San Nicolás del Puerto de Andalucía, en donde pasó los años juveniles en soledad y penitencia. Desde muy jovencito fue "autodidacta" de la ascética cristiana, llevando una vida eremítica en las afueras del pueblo natal, dedicado a la oración y a la meditación. Para su poco alimento le bastaban los pocos productos de su pequeño huerto. En cuanto al vestido, remendaba lo que la gente le regalaba en cambio de los modestos trabajos artesanales. Como siempre sucede, quien da más, más recibe. Así que el joven terminó atrayendo a demasiados benefactores, y para evitarlos Diego resolvió ponerse bajo la regla de los franciscanos de Arizafe, cercade Córdoba, en donde hizo el noviciado como hermano lego.
En 1441 fue enviado como misionero a las Islas Canarias. En esas bellísimas islas había mucha idolatría. Fray Diego trabajó allí con extraordinario celo, y cinco años después la obediciencia le impuso que aceptara el cargo de guardián, es decir de superior, pesar de ser un simple hermano laico. Su celo era incómodo para los colonizadores que querían tener a los índigenas en la condición de esclavos, y le hicieron la vida tan difícil que tuvo que regresar a España en 1449.
Al año siguiente hizo una peregrinación a Roma para asistir a la canonización de San Bernardino de Siena. Se hospedó en Aracoeli y una epidemia lo obligó a permanecer en Roma asistiendo a los enfermos, a muchos de los cuales curó gracias a sus dones carismáticos. De regreso a España, continuó desempeñando los oficios de portero y de- cocinero en varios conventos, el último de los cuales fue el de Alcalá de Henares, cerca de Madrid, en donde concluyó santamente su vida terrena el 12 de noviembre de 1463. Fue canonizado en 1588 por Sixto V.