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El 7 de septiembre

San Clodoaldo
San Clodoaldo

San Clodoaldo
Presbítero y ermitaño
(515-560)

A la muerte de Clovis, rey de los francos, en el año 511, el reino se dividió entre sus cuatro hijos, de los cuales el segundo era Clodomiro. Trece años más tarde, éste pereció en una lucha contra su primo Gondomar, rey de Borgoña, el que dejó tres hijos para que compartieran sus dominios. El más joven de estos hijos de Clodomiro era San Clodoaldo, un nombre que en francés se pronuncia Cloud y hay una ciudad grande llamada Saint-Cloud, cerca de Versalles.

Los tres niños crecieron bajo los cuidados de su abuela, Santa Clotilde, la viuda del rey Clovis, quien les dedicó toda su ternura y solicitud en su casa de París, mientras el reino era administrado por su tío Childeberto.

Cuando Clodoaldo tenía ocho años, su tío fraguó una conspiración, junto con su hermano menor, Clotario de Soissons, para deshacerse de los tres príncipes a fin de quedarse con el reino. Un pariente de Childeberto fue enviedo a la casa de Clotilde para exigirle que eligiera entra la alternativa de que sus hijos fueran asesinados, o bien recluidos para siempre en algún monasterio. El mensajero desvirtuó de tal manera la respuesta de la angustiosa reina, que ésta pareció como si hubiese elegido la muerte de sus hijos, por lo que sin pérdida de tiempo, Clotario, cogió al mayor, Teobaldo y lo apuñaló. El segundo príncipe, Gunther, huyó aterrorizado a buscar refugio junto a su tío Childeberto, quien se hallaba temblando de miedo, conmovido por la brutal matanza y trató de protegerlo. Pero Clotario, ajeno a todo sentimiento de piedad, arrancó al niño de los brazos de Childeberto y lo mató también. El único que escapó fue Clodoaldo, que fue llevado a toda prisa lo más lejos posible para que viviese oculto en Provenza.

Childeberto y Clotario compartieron el fruto de su espantoso crimen, y Clodoaldo no hizo ningún intento para recuperar el reino cuando llegó a la mayoría de edad. Ya había visto bastante de lo que era la política para despreciarla, lo mismo que las vanas glorias del mundo y, voluntariamente, se retiró desde muy joven a la celda de un ermitaño. Al cabo de algún tiempo de vida solitaria, se puso bajo la dirección y la disciplina de San Severino, un eremita que vivía cerca de París; después pasó a Nogent, en las riberas del Sena, donde construyó su ermita en el lugar donde ahora se encuentra la ciudad de Saint-Cloud.

El santo no se dio tregua en la tarea de instruir a las gentes de toda la comarca circunvecina y terminó sus días en Nogent, alrededor del 560, cuando tenía más de treinta u seis años de edad.

Butler, Vidas de los Santos