Vida de los Santos
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Ramillete espiritual:

El 19 de enero

San Canuto
San Canuto

San Canuto
Rey de Dinamarca
(† 1086)

San Canut, Rey de Dinamarca, combinó todas las cualidades del alma con las del cuerpo. Criado en la religión cristiana, todavía poco difundida en este país, la abrazó con el corazón y conformó generosamente su conducta, cosa rara, entre los jóvenes señores de su séquito. A las virtudes del ciudadano y del cristiano, combinó las cualidades que hacen a los grandes reyes.

Entendiendo que es deber de un príncipe defender a sus súbditos, le encantaba ejercer la profesión de las armas y pronto se convirtió en un maestro en el arte militar. En la batalla, fue el primero y nunca retrocedió; colocado, aún joven, a la cabeza de los ejércitos daneses, cada una de sus batallas fue una victoria. Pero fue en el trono donde sus cualidades y virtudes estallaron por completo.

Canut comprendió que la obediencia al Rey Eterno es la única grandeza verdadera; él tenía poca consideración por su corona pasajera, comparada con la que la práctica del Evangelio le ganaría en el Cielo. La frugalidad de su mesa, la sencillez de su vestimenta, contrastaba con el lujo de su corte. Sin embargo, en ocasiones supo defender su dignidad e imponerla a todos a través de su majestad y del temor a su justa autoridad. He aquí un ejemplo de esto:

Un líder danés, para hacer frente a sus locos gastos, no se sonrojó al ejercer la criminal profesión de pirata y ladrón; un día el Rey de Dinamarca se enteró de que su vasallo había saqueado un barco noruego y masacrado a la tripulación. Se apodera del culpable, lo convence del crimen por su propia confesión y lo condena a muerte sin temor a la venganza de su poderosa familia.

Este rey justo era el más leal de los hombres, y su bondad de alma igualaba su firmeza. Austero y piadoso, como un monje, a menudo ayunaba, pasaba las noches en oración y sólo tenía una preocupación, la de difundir la fe en su reino, entendiendo bien que es la verdadera fuente de todo progreso y de toda civilización.

El infierno levantó en la sombra enemigos a este santo rey; mientras oraba en una iglesia, fue rodeado de asesinos, y, en vez de huir, continuó su oración y se dejó apuñalar hasta morir en las gradas del altar. Dios vengó su muerte al afligir a Dinamarca con varias calamidades, y en su tumba tuvieron lugar curaciones milagrosas.