Ramillete espiritual:
El 23 de julio
Cuando el príncipe de los apóstoles San Pedro trasladó su Silla de Antioquía a Roma, llevó consigo a San Apolinar, al cual consagró obispo, y le envió a la ciudad de Rávena para que predicase el Evangelio. Hizo en el camino varios milagros, con los cuales y con su predicación convirtió innumerables infieles a la fe de Cristo, por lo que el gobernador de la ciudad, llamado Saturnino, le mandó llamar y llevarle a los pontífices y sacerdotes, los cuales, alborotando al pueblo, le maltrataron y echaron fuera de la ciudad, dejándole medio muerto; mas los cristianos le recogieron y escondieron en casa de una viuda cristiana, y allí le curaron.
Pasó a la provincia de Emilia donde convirtió mucha gente y sanó enfermos, por lo cual un juez llamado Mesalino le mandó azotar y poner en una nave, llegando San Apolinar felizmente a la provincia de Misia. Preso, azotado y atormentado por la fe de Cristo, diéronle tantos palos que le dejaron por muerto, y siete días después de este último martirio entregó su espíritu al Señor, el 3 de Julio año 81.