Ramillete espiritual:
El 2 de agosto
Casi todos los Santos traen un "mensaje" para la Iglesia y surgen cuando el pueblo de Dios los necesita. San Alfonso María de Ligorio ha legado a la Iglesia un mensaje que no pasa de moda y que siempre es de palpitante actualidad:
1) Profunda vida y sabia doctrina sobre la oración.
2) Devoción tierna y transformante a la Sagrada Eucaristía.
3) Filial devoción a la Virgen María.
Además habría que añadir otras muchas facetas de su vida que son también un estupendo mensaje, como por ejemplo el voto que hace de "no perder nunca el tiempo". Mensajes todos estos prolongados hasta nosotros por dos conductos: Su vida y sus preciosas Obras, y por medio de sus hijos los Redentoristas que heredaron su espíritu.
Un viejo misionero que estaba en Marianela de Nápoles al nacer nuestro pequeño Alfonso el 1696 hizo este horóscopo tomándolo en brazos: "Este niño será obispo, vivirá cerca de cien años y hará grandes cosas por Jesucristo". Más que adivino le llamaríamos casi profeta a este buen misionero.
Perteneció a una familia noble napolitana. A los siete años ya lo ponen a estudiar las letras clásicas. A los doce se matricula en la universidad y a los dieciséis ya es investido con la toga de doctor en ambos Derechos. A la vez que estos estudios tan serios, se entrega también a otros más livianos y pasajeros: Estudia las lenguas modernas, esgrima, arte, música y pintura que después le servirá todo esto para su apostolado.
Su padre había colocado sus ojos en él esperando que fuera un alto mando militar pero viendo las inclinaciones de su hijo se contentó y dijo: "Está visto; más que para las armas, el muchacho vale para las letras. Le haremos abogado".
Durante ocho años se entregó en su bufete de abogado a defender pleitos. Los ganó todos menos uno, el del Duque de Orsini y aun fue por injusticias y mentiras. De él quedó tan hondamente impresionado que dijo: "Mundo falaz, hoy te he conocido; en adelante nada serás para mí". Y a un amigo le añadía: "Colega mío, nuestra vida es muy desgraciada y corremos el peligro de perder nuestra alma para toda la eternidad. Veo que ésta no es mi carrera. Voy a abandonarla y trataré ir por otros caminos".
Su padre una vez más quedó desengañado de su hijo. Le había preparado un ventajoso y lujoso matrimonio, pero Alfonso abrazó el camino de seguimiento de Cristo en el sacerdocio. Se preparó lo mejor posible y se ordenó sacerdote en el año 1726. Aquel mismo día hizo este propósito: "La Iglesia me honra concediéndome este don, yo procuraré honrar a la Iglesia trabajando incansablemente por ella, con mi pureza, con mi santidad". Y cumplió fielmente la promesa.
Se entregó a recorrer toda Italia predicando Misiones populares y escribiendo preciosos tratados sobre todos los temas que sabía interesaban al pueblo fiel: Moral, Catecismos, Sermones, Visitas al Santísimo, Tratados sobre la Virgen María. Las Glorias de María será su obra inmortal juntamente con sus tratados de Teología Moral en la que hasta ahora goza de una gran autoridad.
El año 1732 funda la Congregación de los Redentoristas para que sigan su obra. A sus 66 años el Papa Clemnte XIII le obliga a aceptar ser obispo de Santa Agueda de los Godos. Es un padre y un Pastor maravilloso. No pierde un instante por formar a los demás y por santificarse él. El Padre bueno le llama a sus 91 años. Era el 1 de agosto de 1787.