Ramillete espiritual:
El 28 de agosto
Llenaríamos este volumen de vidas de Santos si quisiéramos traer aquí los ditirambos -todos ellos bien merecidos- que a lo largo de estos quince siglos, que nos separan de él, se han tributado a esta Águila de Hipona. Verdaderamente la Naturaleza y la Gracia fueron generosas con él. He aquí algunos juicios sobre su inigualable personalidad y su maravilloso influjo en la cultura universal. San Buenaventura dijo: "Nadie ha dado más satisfactorias respuestas a los problemas de Dios y del alma que San Agustín". Harnack le compara a "un árbol plantado en las márgenes de las aguas vivas, cuyas hojas jamás se marchitan y en cuyo ramaje anidan las aves del cielo". Vives: "¡Cuán santo varón, cuán docto escritor, Dios mío, es San Agustín, gloria y sostén de la República cristiana!". W. Dilthey: "Es el más profundo pensador entre todos los escritores del mundo antiguo". Y, para terminar, Gatry afirmaba de él: "Es el Platón de la filosofía del mundo moderno, y quizá, el genio metafísico más profundo y más portentoso que han visto los tiempos".
"Por ello bien pudo Carlomagno exclamar en un momento de reflexión sobre San Agustín:" "¡Ah si tuviese en torno mío doce sabios como Agustín!". Y el sabio Alcuino, que estaba a su lado, replicó: "El Criador del cielo y de la tierra no hizo otro semejante a él. ¿Y tú quieres una docena?".
Nació en Tagaste, pequeña ciudad de la Numidia africano-romana el año 354. Sus padres fueron el pagano Patricio y santa Mónica, la "madre de las lágrimas". Estudio en Tagaste primero y en Cartago después que dejará huellas tan tristes en su juventud por el descarriado camino que recorrió.
"No amaba todavía -nos dice él mismo- y ya deseaba amar". Agustín cayó muy hondo en el pecado y por obra de unos amores prematuros e irregulares tiene un hijo a quien pone el nombre de Adeodato. Durante este tiempo lucha con todas sus fuerzas por descubrir la VERDAD. La buscaba en todas las religiones y en todos los libros, pero ninguno le satisfacía.
El año 383 parte para Roma y detrás le sigue su madre Santa Mónica, esperando siempre la conversión de su hijo. Sienta cátedra en Milán y allí traba cierta amistad con el arzobispo San Ambrosio que después será uno de los que más influirán en su definitiva conversión. Continúa luchando por encontrar la verdad: "Tú me espoleabas, Señor, escribe, con aguijones de espíritu... Tú marcabas mis dichas transitorias"... Por fin llego el día de su bautismo: 23 de abril de 387 por San Ambrosio. Desde este momento entra Dios de lleno en su alma. Vuelve a África. Muere el obispo Valerio y el 396 le eligen para sucederle. Su casa es la casa de todos. Se entrega de lleno al cuidado y formación de sus feligreses de Hipona. Los forma, sobre todo, con sus sólidos sermones y sus fecundos escritos, que son de lo más bello y profundo que se haya escrito por pluma alguna. Trata todos los temas eclesiales o teológicos. En todos goza aún hoy de una gran autoridad doctrinal. Por ello será uno de los Padres y Doctores más egregios que haya producido la Iglesia en todos sus veinte siglos de historia.
Ahora es cuando Agustín encuentra paz y la Verdad que tanto buscó y que ni la sabiduría, ni los placeres, ni las riquezas le habían conseguido. Por ello su frase lapidaria: "Señor, nos has hecho para Ti y nuestro corazón está insatisfecho hasta que descanse en Ti". "Tarde te amé, hermosura increda"... Pero llegó a tiempo. Gastado por Cristo, y con una escuela bien formada, partió a la eternidad el año 430. Pero Agustín vive en sus Obras y en sus hijos.