Ramillete espiritual:
El 19 de septiembre
El 19 de septiembre de 1846, en La Salette, en los Alpes franceses, la Sma. Virgen se le apareció a dos pastorcitos, Maximin Giraud, que contaba a la sazón 9 años, y Melania Calvat, de 14 años de edad. Los dos niños eran ignorantes y provenientes de familias muy pobres. A ellos fue que la Reina de los Cielos escogió para desbordar Su Corazón doloroso y «anunciar una gran noticia.»
En la primera parte de Su mensaje, Nuestra Señora de La Salette denuncia la blasfemia, la profanación del domingo y la violación de las leyes de abstinencia entonces en vigor en la Iglesia. Llorando confía a los niños:
«Si Mi pueblo no quiere someterse, estoy obligada a dejar caer la mano de Mi Hijo. Es tan pesada y tan fuerte que ya no la puedo retener. ¡ Desde el tiempo que Yo sufro por vosotros ! Si Yo quiero que Mi Hijo no os abandone, estoy encargada de rogarle sin cesar. Y... no hacéis caso...
Os he dado seis días para trabajar, Yo Me he reservado el séptimo y no Me lo quieren conceder. Es lo que tanto hace más pesado el brazo de Mi Hijo.
Los que llevan las carretas no saben hablar sin pronunciar el Nombre de Mi Hijo de por medio. Esas son las dos cosas que pesan tanto el brazo de Mi Hijo.»
Después de la primera parte del mensaje, «la bella Dama que me extasiaba, permanecía un momento sin hacerse oir, escribe Melania. Yo veía, sin embargo, que Ella seguía como si hablase, moviendo graciosamente Sus amables labios. Maximin recibía entonces su secreto. Luego, dirigiéndose a mí, la Sma. Virgen me dio un secreto en francés.» He aquí algunos extractos:
«Melania, lo que voy a deciros, ahora, no será siempre un secreto; podéis publicarlo en 1858.
Los sacerdotes, ministros de Mi Hijo, los sacerdotes, por su mala vida, por sus irreverencias y su impiedad al celebrar los Santos Misterios, por el amor al dinero, el amor al honor y placeres, los sacerdotes se han vuelto cloacas de impurezas...
No se encuentra nadie ya para implorar misericordia y perdón para el pueblo; ya no hay almas generosas, ya no hay más nadie digno de ofrecer la Víctima sin mancha al Eterno, en favor del mundo...
Los Jefes, los conductores del pueblo de Dios han descuidado la oración y la penitencia y el demonio ha nublado su inteligencia; se han vuelto en esas estrellas errantes que el viejo diablo arrastrará con su rabo para perderlos.
Las iglesias serán cerradas o profanadas; los sacerdotes, los religiosos serán expulsados, los harán morir, y morir de una muerte cruel. Muchos abandonarán la fe, y el número de sacerdotes y religiosos que abandonarán la verdadera religión será grande. Entre éstos, se hallarán hasta obispos...
Varias casas religiosas perderán totalmente la fe y perderán muchas almas...
Los malos libros abundarán sobre la tierra, y los espíritus de las tinieblas propagarán por todas partes un relajamiento universal por todo lo que se refiera al servicio de Dios. Tendrán gran poder sobre la naturaleza: habrá iglesias para servir a estos espíritus...
¡ Ay de los Príncipes de la Iglesia que no estarán ocupados más que en amontonar riqueza sobre riquezas, más que salvaguardar su autoridad y dominar con orgullo !...
Se verá la abominación en los lugares sagrados; en los conventos las flores de la Iglesia se pudrirán y el demonio será como el rey de los corazones.
Roma perderá la Fe y llegará a ser la sede del Anticristo...
La Iglesia será eclipsada, el mundo estará en la consternación...»
El Secreto anunciaba también grandes castigos sobre el mundo, a causa del desprecio de los Mandamientos de Dios y de inumerables pecados que se cometen sobre la tierra.
«Dios va a castigar de una manera sin precedente. ¡ Ay de los habitantes de la tierra ! Dios va a agotar Su cólera, y nadie podrá sustraerse a tantos males juntos...
Habrá una guerra general que será espantosa...
La naturaleza pide venganza para los hombres y se estremece de espanto en espera de lo que debe suceder a la tierra manchada de crímenes.
Temblad, tierra y vosotros que hacéis profesión de servir a Jesucristo y por dentro os adoráis a vosotros mismos, temblad, porque Dios os va a entregar a Su enemigo, porque los lugares sagrados están en la corrupción. Muchos conventos ya no son las casas de Dios sino el pasto de Asmode (el demonio de los placeres impuros) y de los suyos...
Antes que esto (los castigos) llegue, habrá una especie de falsa paz en el mundo; sólo se pensará en divertirse; los malvados se entregarán a toda clase de pecados. Pero los hijos de la santa Iglesia, los hijos de la Fe, Mis verdaderos imitadores, crecerán en el amor de Dios y en las virtudes que Me son más queridas.
¡ Dichosas las almas humildes conducidas por el Espíritu Santo ! Yo combatiré con ellas hasta que lleguen a la plenitud de edad.»
De nuevo se entrevé aquí el rol eminente de María para el fin de los tiempos: Ella es el Modelo, el gran Socorro, La que dará la victoria...
El Secreto termina por el Llamamiento de la Madre de Dios a Los Apóstoles de los Últimos Tiempos.
«Dirijo un llamamiento apremiante a la tierra; llamo a los verdaderos discípulos de Dios que vive y reina en los cielos; llamo a los verdaderos imitadores de Cristo hecho hombre; llamo a Mis hijos, a Mis verdaderos devotos, los que se hayan entregado a Mí para que Yo los conduzca a Mi Divino Hijo, los que llevo por decir así en Mis brazos, los que han vivido según Mi espíritu; en fin llamo a los Apóstoles de los Últimos Tiempos los fieles discípulos de Jesucristo que han vivido en el desprecio del mundo y de sí mismo en la pobreza y la humildad, en el desprecio y en el silencio, en la oración y en la mortificación, en la castidad y en la unión con Dios, en el sufrimiento y desconocidos del mundo. Es hora de que salgan y vengan a alumbrar la tierra.
«Id y mostraos como Mis hijos queridos. Estoy con vosotros y en vosotros, siempre que vuestra fe sea la luz que os alumbre en esos días de desgracia. Que vuestro celo os haga como los hambrientos por la gloria y honor de Jesucristo. Combatid, hijos de luz, vosotros pequeño número que lo véis, porque he aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines.»
Así hablaba la Reina del Cielo. El Llamamiento es inequívoco, el perfil del Apóstol, bien definido. La hora de los últimos tiempos ya no es dudosa: «He aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines.»
En unas palabras las más conmovedoras, María Se hace eco de las vistas proféticas de San Luis María de Montfort anunciando que los Apóstoles de los Últimos Tiempos serán, en una forma sin precedente, verdaderos hijos de María: «Los que Yo llevo por decirlo así en Mis brazos, dice Ella, los que se hayan entregado a Mí para que Yo los conduzca a Mi Divino Hijo.» Hay en estas palabras un misterio admirable y un secreto que sólo el Espíritu Santo nos puede hacer profundizar.
A continuación del Secreto, la Sma. Virgen hizo saber a Melania que Ella deseaba la fundación de la Orden de la Madre de Dios, la Orden de los Apóstoles de los Últimos Tiempos. Con este fin, Ella le dictó una Regla de 33 puntos, verdadera obra maestra de pureza doctrinal al mismo tiempo que sencilla y concisa.
Luego, abandonando la tierra, Ella repite dos veces a los niños pendientes de Sus labios: «¡ Pues bien ! Mis hijos, lo haréis conocer a todo Mi pueblo.» Lo veremos, el recuerdo de estas palabras, armará de valor a Melania toda su vida. Para hacer conocer la voluntad de María, se enfrentará no importa cual sea la persecución y llevará de buen corazón todo sufrimiento.
Texto O.D.M. de: La Profecia de los Apóstoles de los Últimos Tiempos