Ramillete espiritual:
El 1 de enero
La Santa Madre Iglesia celebra hoy la Circuncisión del Cordero sin mancilla, Jesucristo Nuestro Señor, Hijo de Dios vivo, que bajó del Cielo a la Tierra para quitar los pecados del mundo, tomando figura de pecador para confundir nuestra soberbia, enseñarnos la humildad y encender nuestros corazones en Su divino amor.
Es en este día bendito que la tierra ve los primeros frutos del flujo de la Sangre divina, que debe purificar y salvar a la humanidad caída; Jesús, en el octavo día después de Su nacimiento, Se somete a la Circuncisión, y comienza a sufrir por nosotros. - La circuncisión era la señal del pacto hecho por el Señor con Abraham en el pasado; y el pueblo judío, descendiente de este gran patriarca, siempre había sido fiel a esta práctica sagrada, considerada como una iniciación al servicio del verdadero Dios. El niño, en la ley antigua, se hizo hijo de Dios por medio de la Circuncisión, al convertirse, de una manera más perfecta, en hijo de Dios en la nueva ley por medio del Bautismo. Jesús, Hijo de Dios y de la misma Santidad Infinita, no tenía necesidad de someterse a una ley dura y humillante hecha para los hombres pecadores. Pero el doble propósito de Su venida a la tierra Le hace aceptar este primer sacrificio con todo Su corazón; Se muestra, en este día, tanto nuestro Salvador como nuestro Modelo: Salvador, él inaugura la obra de nuestra redención; Modelo, él nos enseña a amar la ley de Dios, a guardarla fielmente, a no buscar vanos pretextos para excusar nuestra cobardía y nuestra desobediencia, y a sanar nuestro orgullo a través de la práctica de la humildad. - La circuncisión corporal esconde, además, un misterio hermoso y grande para el cristiano, porque es la imagen de la circuncisión espiritual que consiste en circuncidar nuestro corazón con todos sus afectos culpables, en destruir el pecado y las malas pasiones en nosotros y en vivir una vida sobrenatural.
El Apóstol San Pablo ha profundizado el sentido espiritual de la circuncisión carnal; los Padres y los autores espirituales sólo han tenido que comentar los textos tan sugestivos de sus Epístolas: La verdadera circuncisión, dice (Rom. II, 28), no es la que aparece en la carne; la circuncisión es la del corazón, en el espíritu, y no en la letra. - En Cristo Jesús, ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen valor alguno, sino la fe, que actúa por medio de la caridad. Lo que es todo es ser una nueva criatura (Gálatas V, 6; VI, 15). - En Jesucristo has sido circuncidado por una circuncisión no hecha a mano, por la circuncisión de Cristo, por el despojo de este cuerpo de carne (Col. II, 11). Toda la doctrina del gran Apóstol se puede resumir en mostrar que la ley antigua era sólo una figura y una preparación para la ley de Cristo, que toda la vida cristiana consiste en renunciar a la carne con sus concupiscencias para vivir interiormente de la vida del espíritu, y que sólo éstos son verdaderamente de Cristo que le siguen en el camino del sacrificio. Es todo el Evangelio mismo. ¡Oh, cuán glorioso y admirable es el dulcísimo nombre de Jesús! Pero ¡qué dolorosa, rigurosa y sangrienta es Su Circuncisión! Fue conveniente que Cristo derramase Su preciosa Sangre para recibir el santísimo nombre de Jesús. Y tú ¡oh alma pecadora! eres tan ingrata, que ni aún una sola lágrima quieres derramar para salvarte.
Si quieres reinar con Jesús en el Cielo, es necesario que aquí Le acompañes en Sus penas, y que Le ofrezcas el corazón limpio, casto, puro, desnudo de pensamientos vanos, de amores desordenados y de cuidados superfluos, de intenciones torcidas y de fines siniestros, circuncidando tus sentidos, tus potencias y todo tu espíritu; que ésta es la circuncisión que hoy nos pide el Niño Jesús, y para enseñárnosla quiso ser circuncidado. ¡Oh, qué dulce es el nombre de Jesús!