Vida de los Santos
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Ramillete espiritual:

El 17 de diciembre

Santa Olimpia, u Olimpíada
Santa Olimpíada

Santa Olimpíada
(u Olimpia)
Viuda
(366-408)

Santa Olimpia u Olimpiada, gloria de las viudas de la Iglesia oriental, nació en Constantinopla de padres muy ilustres, cuya prematura muerte la dejó al frente de una considerable fortuna.

Educada entre santísimos ejemplos, a los dieciocho años era modelo de virtudes cristianas. Fue entonces cuando se casó con Nebridio, un joven digno de tal esposa. Se prometieron mutuamente una continencia perfecta, pero después de sólo veinte meses de esta unión angélica, Nebridio se fue al Cielo para recibir la recompensa por sus virtudes. Al emperador, que quería comprometerla en un nuevo matrimonio: "Si Dios -dijo ella- me hubiera destinado a vivir en matrimonio, no me habría quitado a mi primer marido. El acontecimiento que rompió mis lazos me muestra el camino que la Providencia ha trazado para mí".

Desde la muerte de su marido, Olimpia había hecho su vida más austera. Sus ayunos se volvieron rigurosos y continuos; se impuso como ley no comer nunca carne. También se prohibió los baños, que era la costumbre del país; liberó a todos sus esclavos, que sin embargo quisieron seguir sirviéndola; administró su fortuna como ecónoma de los pobres; las ciudades más lejanas, las islas, los desiertos, las iglesias pobres, todos sintieron los efectos de su generosidad.

Olimpia merecía sin duda figurar entre las diaconisas de Constantinopla. Las diaconisas estaban llamadas a ayudar a los sacerdotes en la administración de los sacramentos y en las obras de caridad; se encargaban de instruir a los catecúmenos de su sexo y de preparar los lienzos utilizados en el altar; al tomar el velo, hacían voto de castidad perpetua. Olimpia llevaba ya dieciséis años desempeñando estas funciones cuando San Juan Crisóstomo fue elevado a la sede de Constantinopla.

La santa viuda no había estado exenta de pruebas hasta entonces; crueles enfermedades y negras calumnias le habían hecho derramar lágrimas constantemente. Con el nuevo patriarca, iba a dar un paso más en el sacrificio y la santidad. San Juan Crisóstomo supo utilizar para bien las cualidades y la fortuna de la ilustre diaconisa. A través de ella construyó un hospital para enfermos y un hospicio para ancianos y huérfanos. Cuando el patriarca partió hacia el exilio donde iba a morir, Olimpíada recibió una de sus últimas bendiciones. Las cartas del pontífice la mantuvieron al día en su trabajo, y en el exilio completó una vida de caridad, paciencia y oración.

Traducción: Abbé L. Jaud, Vie des Saints pour tous les jours de l'année, Tours, Mame, 1950