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Ramillete espiritual:

El 29 de julio

Santa Marta
Santa Marta

Santa Marta
Virgen
(Siglo I)

La virgen santa Marta, devotísima huéspeda de Jesucristo, fue hebrea de nación, hija de padres nobles y ricos, y hermana de santa María Magdalena y de san Lázaro. Ella misma quiso aderezar la comida cuando el Señor se hospedó en su casa de Betania; y pareciéndole poco todo lo que hacía, quería que su hermana Magdalena, que estaba a los pies de Jesús oyendo sus dulcísimas palabras, se levantara y la ayudase.

Se quejó, pues, de esto al Señor, pero el Señor aunque no reprendió el solícito afecto con que Marta le servía, alabó la quietud suave con que Magdalena, dejando los otros cuidados, atendía a lo que más importa, que es oír a Dios y gozar de Dios.

Se ve asimismo la familiaridad que nuestro Señor Jesucristo tuvo con estas dos santas hermanas, cuando estando gravemente enfermo su hermano Lázaro, enviaron a decirle: «Señor, el que amas está enfermo»; y aunque el Señor permitió que Lázaro muriese y estuviese cuatro días en la sepultura, lloró sobre él por la ternura y compasión que tenía a sus dos hermanas, y luego resucitó gloriosamente al hermano difunto, y llenó aquella casa de bendición.

Después de la Ascensión del Señor, aquellos mismo judíos que le crucificaron, movieron una grande persecución contra los fieles, y se dice que echaron mano de santa Marta y santa Magdalena, y habiéndoles confiscado sus bienes, las pusieron con Lázaro su hermano y con Maximino y toda su casa, en un navío sin velas ni remos para que pereciesen en el mar; mas el navío, guiado de Dios aportó a Marsella, en cuya ciudad enseñaron aquellos santos la doctrina del Evangelio, y convirtieron a muchos a la fe, y lo mismos hicieron en otra ciudad llamada Aix.

Se gloría Marsella de haber tenido por obispo a san Lázaro, y Aix de haber tenido a Maximino, uno de los setenta discípulos del Señor.

Santa Magdalena se apartó a un áspero y solitario monte para emplearse toda en oración y meditación; y se refiere que santa Marta, con una criada suya llamada Marcela, edificó un monasterio, fuera del poblado, y en compañía de otras muchas doncellas que la siguieron, sirvió muchos años en santo recogimiento al Señor, alzando la bandera (después de la Madre de Dios) de la virginidad, y haciendo voto de ella, y viviendo con tanta aspereza de vida, que san Antonio, obispo de Florencia, escribe que no comía carne, ni huevos, ni queso, ni bebía vino, y que con la señal de la cruz ahuyentaba al demonio, que en figura de un dragón infernal quería espantarla y estorbar su oración.

Ocho días antes de su muerte vio cómo los santos ángeles llevaban al cielo el ánima de su dulcísima hermana Magdalena, y a la hora de su dichoso tránsito se apareció a nuestra santa Jesucristo, nuestro Redentor, y le dijo: «Ven, huéspeda mía muy querida, que como tú me recibiste en tu casa, así yo te recibiré en mi reino».

P. Francisco de Paula Morell, s.j., Flos Sanctorum de la familia cristiana, Buenos Aires, Libreria editorial Santa Catalina, 1949.