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El 30 de junio

San Pablo
San Pablo
O.D.M. pinxit

San Pablo
Apóstol
(s. I)

La figura de San Pablo merece un desdoblamiento de la fiesta de ayer, para no robar espacio a San Pedro, y para que no quede como un mero apéndice de él. Ya hemos hablado de San Pablo el 25 de enero. Pero la figura de San Pablo es tan gigantesca e inabarcable, es tan ejemplar su vida -"el primero después del Unico" son tan inagotables sus escritos, que bien merece la pena volver una y otra vez a su magisterio.

San Pablo es un hombre nuevo después de la caída en el camino de Damasco. Y como todos los convertidos, el fuego le quema las entrañas, y se siente forzado a comunicarlo a todo el mundo. "Cuando aquel que me llamó por su gracia, quiso revelar en mí a su Hijo para que lo evangelizase a los gentiles, sin consultar a la sangre ni a la carne", en seguida se puso en movimiento. Nadie podrá pararle. Es un volcán en ebullición permanente.

"Anda, dice el Señor a Ananías, que éste es instrumento escogido por mí para llevar mi nombre a los gentiles". Y Pablo se lanza, lleno de divinas impaciencias, por todos los caminos del imperio. Emprende cuatro viajes apostólicos, arriesgados, difíciles. Recorre ciudades, funda cristiandades, les deja discípulos al frente, les escribe cartas, promete llegar hasta España... Afronta peligros "en tierra, en mar, entre los falsos hermanos".

Pero no importan los peligros para el alma enamorada. "Todo lo soporto por los elegidos. La caridad de Cristo nos interpela. Muy a gusto me gastaré. Hijos míos, otra vez me causáis dolores de parto, hasta formar a Cristo en vosotros. ¿Quién enferma sin que yo enferme?".

San Juan Crisóstomo se lamentaba que muchos no conocían las cartas de San Pablo. Al escuchar su lectura, afirmaba él, "salto de gozo al oír ese maravilloso clarín celestial, y me inflamo en deseos, reconociendo una voz muy amiga para mí, y me parece verle presente ante mis ojos".

En sus diversos pasajes vemos el anhelo incoercible que siente de predicar el Evangelio, de hacerse todo para todos, de preocuparse por todas las Iglesias, de sufrirlo todo, hasta ser anatema por sus hermanos.

"Cuando quiero saber las últimas novedades, leo a San Pablo", dice León Bloy, a propósito de la variedad del mensaje paulino. Pero si quisiéramos destacar lo más peculiar, el eje y punto clave en que se apoya la nueva exigencia de Pablo, sería por encima de todo, su anhelo por Cristo, su obsesión por Cristo, hasta el punto de que pide varias veces a sus discípulos que le imiten a él, sin más, pues sabe que así imitarán a Cristo.

Se podría seleccionar una especie de Código o Decálogo sobre el cristocentrismo de Pablo: 1) Su vida es Cristo. 2) Todo lo centra en el amor de Cristo. 3) Sólo quiere conocer a Cristo. 4) Desea gloriarse en la cruz de Cristo. 5) Su debilidad encuentra la fuerza en la gracia de Cristo. 6) Colabora con la gracia de Cristo. 7) Desea únicamente apoyarse en Cristo. 8) Su afán es estar con Cristo. 9) Se goza en haber sido atrapado por Cristo. 10) Está seguro que nada le separará del amor de Cristo.

El último viaje de Pablo fue el viaje a Roma para ser juzgado. Allí sufrió martirio, junto con Pedro, las dos columnas de la Iglesia, hacia el año 67. Agotado por fin, había rendido viaje el discípulo fiel. Fue sepultado en el lugar llamado Tre Fontane, por las tres fuentes que habrían brotado en el momento del martirio. Sobre aquel lugar se levantaría más tarde la basílica espléndida que lleva todavía su nombre.

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